Hace un par de días tuve la oportunidad de leer en El Mostrador la carta abierta que Roberto Bruna Enríquez escribió en respuesta al artículo
Carta al bola que no vota, escrito por Juan Guillermo Tejeda. En ella el autor
hace una muy interesante distinción entre cómplices pasivos y activos
(refiriéndome al artículo de Bruna Henríquez). Esa distinción, esa brillante
distinción es la que precisamente me incita a votar, no por perseguir un ideal
republicano, sino para dejar patente mi acuerdo o descuerdo según sea el caso
con el actual escenario político. Me parece un error meter en un mismo saco a
quienes realizan acciones antidemocráticas tales como salir a las calles, colocar
barricadas u ocupar tierras y quienes se abstienen de votar; los primeros
realizan una acción -en extremo– activa, una confrontación, un cara a cara,
una demostración clara y más o menos explícita de su descontento con la
política, pero más importante aun; una muestra cuantificable de ese
descontento. Los segundos, en cambio, no generan confrontación, no generan
polémica, no generan el mismo ruido y además, al no existir un elemento de
diferenciación entre quienes no votan como una manifestación política y quienes no
votan simplemente porque ‘no saben’ o porque ‘les da flojera’, no se puede
inferir conclusión alguna en cuanto a ese descontento. Desde ese punto de vista
creo mucho más significativo un voto nulo, un voto en blanco, un simpático Walt
Disney o porque no, un explicito mensaje de insatisfacción estampado en el
papelito.
Creo
que un ejemplo de esta situación es el polémico AC, que si bien (y por favor no
nos engañemos) no es más que un simbolismo, es la primera y tímida respuesta a
una discusión que se viene gestando desde hace años y, como bien sabes mi
paisa, una discusión en la que han participado miles o quizás millones de
personas a lo largo del país.
En
conclusión pienso, humilde y personalmente, que si bien el ir a votar y el no
ir a votar son igualmente legítimos, es el primero el que hará eco de tu
posición, sea esta de acuerdo o de desacuerdo, incluso si, en este lindo show
que son las elecciones, no encuentras representación alguna.
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